Visió de Jesucrist (Vida 27,2-5)

[2] A cabo de dos años que andava con toda esta oración mía y de otras personas para lo dicho, o que el Señor me llevasse por otro camino o declarasse la verdad, porque eran muy continuas las hablas que he dicho me hazía el Señor, me acaeció esto: estando un día del glorioso san Pedro en oración, vi cabe mí o sentí, por mejor dezir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecióme estava junto cabe mí Christo y vía ser Él el que me hablava, a mi parecer. Yo, como estava ignorantíssima de que podía aver semejante visión, diome grande temor al principio y no hazía sino llorar, aunque, en diziéndome una palabra sola de assegurarme, quedava como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame andar siempre a mi lado Jesuchristo, y como no era visión imaginaria, no vía en qué forma; mas estar siempre a mi lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hazía, y que ninguna vez que me recogiesse un poco o no estuviesse muy divertida podía ignorar que estava cabe mí.

[3] Luego fuy a mi confessor, harto fatigada, a dezírselo. Preguntóme que en qué forma le vía. Yo le dixe que no le vía. Díxome que cómo sabía yo que era Christo. Yo le dixe que no sabía cómo, mas que no podía dexar de entender estava cabe mí y lo vía claro y sentía, y que el recogimiento del alma era muy mayor, en oración de quietud y muy continua, y los effetos que eran muy otros que solía tener, y que era cosa muy clara. No hazía sino poner comparaciones para darme a entender; y, cierto, para esta manera de visión, a mi parecer, no la ay que mucho quadre. Que ansí como es de las más subidas (según después me dixo un santo hombre y de gran espíritu, llamado fray Pedro de Alcántara, de quien después haré más mención, y me han dicho otros letrados grandes, y que es adonde menos se puede entremeter el demonio de todas), assí no ay términos para dezirla acá las que poco sabemos, que los letrados mejor lo darán a entender. Porque si digo que ni con los ojos del cuerpo ni del alma no le veo, porque no es imaginaria visión, ¿cómo entiendo y me affirmo con más claridad que está cabe mí que si lo viesse? Porque parece que es como una persona que está a escuras, que no vee a otra que está cabe ella, o si es ciega, no va bien. Alguna semejança tiene, mas no mucha, porque siente con los sentidos, o la oye hablar o menear, o la toca. Acá no ay nada d’esto, ni se vee escuridad, sino que se representa por una noticia a el alma más clara que el sol. No digo que se vee sol ni claridad, sino una luz que, sin ver luz, alumbra el entendimiento, para que goze el alma tan gran bien. Trae consigo grandes bienes.

[4] No es como una presencia de Dios que se siente muchas vezes, en especial los que tienen oración de unión y quietud, que parece en queriendo començar a tener oración hallamos con quién hablar, y parece entendemos nos oye por los effetos y sentimientos espirituales que sentimos de grande amor y fe, y otras determinaciones, con ternura. Esta gran merced es de Dios, y téngalo en mucho a quien lo ha dado, porque es muy subida oración, mas no es visión, que entendiesse que está allí Dios por los effetos que, como digo, haze a el alma, que por aquel modo quiere su Magestad darse a sentir. Acá véese claro que está aquí Jesuchristo, hijo de la Virgen. En estotra manera de oración represéntanse unas influencias de la divinidad; aquí, junto con éstas, se vee nos acompaña y quiere hazer mercedes también la humanidad sacratíssima.

[5] Pues preguntóme el confessor: “¿Quién dixo que era Jesuchristo?” “Él me lo dixo muchas vezes”, respondí yo; mas antes que me lo dixesse se imprimió en mi entendimiento que era Él, y antes d’esto me lo dezía y no le vía. Si una persona que yo nunca uviesse visto sino oydo nuevas de ella, me viniesse a hablar estando ciego o en grande escuridad, y me dixesse quién era, creerlo ya, mas no tan determinadamente lo podría affirmar ser aquella persona como si la uviera visto. Acá sí, que sin verse, se imprime con una noticia tan clara que no parece se puede dudar; que quiere el Señor esté tan esculpida en el entendimiento que no se puede dudar más que lo que se vee, ni tanto. Porque en esto algunas vezes nos queda sospecha si se nos antojó; acá, aunque de presto dé esta sospecha, queda por una parte gran certidumbre que no tiene fuerça la duda.


TLa vida de la madre Teresa de Jesús y algunas de las mercedes que Dios le hizo, escritas por ella misma […], dins Los libros de la madre Teresa de Jesús, fundadora de los monesterios de monjas y frayles carmelitas descalços de la primera regla, Barcelona: Jaume Cendrat, 1588, ff. 347-349.

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